Su historia


En la época prehispánica el territorio huasteco estaba poblado por diversos grupos: huastecos, tepehuas, otomíes y totonacos, ubicados en el sur y suroeste; mientras que en el norte y noroeste se hallaban los nahuas , entreverados con guachichiles, pames y diversos grupos chichimecas. La región era conocida con el nombre de Xiuhcoac, que significa "serpiente de turquesas".

Los nahuas han sido identificados con los aztecas o mexicas, que constituían la sociedad dominante en Mesoamérica a la llegada de los españoles; su lengua, reconocida como la lengua oficial en Mesoamérica, era el náhuatl. La población nahua llega en oleadas migratorias, a raíz de la caída de Tula, a poblar el norte de Veracruz y el oriente de San Luis Potosí y, posteriormente, se consolida en el centro y sur de la Huasteca, a partir de la conquista mexica en el siglo XV.

En el centro y sur de la Huasteca, grupos importantes de huastecos fueron nahuatizados por esta invasión. Desde entonces hasta la fecha, el idioma náhuatl ha sido hablado en la Huasteca prácticamente en las mismas zonas. En la parte baja del Pánuco, los nahuas emigrantes establecieron alianzas con los huastecos para defenderse de los ejércitos de los mexicas. Los nahuas aztecas invadieron el territorio de los huastecos, ocupando casi todo el sur de la región, desde Tuxpan, Temapache y Tampatel hasta Aquismón (San Luis Potosí), con el propósito de rodear al señorío independiente de Meztitlán, al que no habían podido derrotar, para someterlo al gobierno de la Triple Alianza.

La dominación mexica duró hasta la llegada de los conquistadores españoles en las primeras décadas del siglo XVI. El sometimiento de la Huasteca a la corona española estuvo a cargo de Hernán Cortés y de Nuño de Guzmán. Por su ubicación geográfica, como salida al mar, los grupos de la Huasteca fueron muy afectados en la primera década de la conquista. En los años posteriores a la invasión española la población sufrió un drástico descenso, debido al tráfico de indios esclavizados hacia las Antillas y el Caribe, desde 1524; y a las epidemias (1532) y rebeliones indígenas.

La administración colonial reorganizó las bases sociales prehispánicas. Para ello instrumentó un proceso de fragmentación de los pueblos, con la incorporación de nuevas instituciones, como el sistema de encomiendas y tributos; reestructuró el territorio con la creación de las congregaciones, que le permitieron reubicar a los indios en poblaciones, y la expropiación y despojo de sus tierras para la introducción de la ganadería y nuevos cultivos, como la caña de azúcar, los cítricos y el plátano, además de la agricultura tradicional de maíz, chile (ají), frijol, calabaza y algodón.

En relación con la religión, los cultos prehispánicos conservaron su vigencia, utilizando la gran mayoría sus nombres en náhuatl, a pesar de los procesos de evangelización emprendidos por los españoles. En los siglos XVII y XVIII se reestructuraron los cabildos indígenas, asignándoles un mayor rango de funciones y de autoridad para el gobierno interno de sus comunidades: recolección de tributos, pago a la Iglesia de las cargas impuestas, y responsabilidad de las tierras, de los bienes de las comunidades y de la representación en los pleitos agrarios. Aunque los indígenas elegían a los cabildos, la presencia de encomenderos y religiosos era constante, procurando favorecer sus intereses.

En el siglo XIX la Huasteca se caracterizó por la proliferación de las haciendas, por lo que se generalizó la ganadería y el cultivo del maíz basados en la explotación de la mano de obra indígena. Se dio también un crecimiento importante de la población, convirtiéndose los indígenas en el grupo mayoritario de la zona. La población nahua durante el período del virreinato y del siglo XIX estuvo asentada en Hauyacocotla, Huejutla, Yahualica, Tepetzintla, Chicontepec, Ixhuatlán, Ilamatlán, Chiconalmel y Platón Sánchez. En Huayacocotla, Zontecomatlán e Ixhuatlán convivían con otomíes y tepehuas; en Tancoco, con teenek.

A fines de la centuria pasada se inició la construcción de las vías del ferrocarril para comunicar a la región con el exterior, lo cual se tradujo en diversos cambios. A principios del siglo XX se inició la explotación del petróleo en México, estableciéndose la Mexican Petroleum Company en la zona de la Huasteca, por la existencia de subsuelos petrolíferos, considerándose a la Huasteca con un alto valor para las compañías petroleras extranjeras.

Los indígenas participaron en la guerra de independencia, como protesta ante los agravios y despojos de tierras por parte de los españoles. Consumada la independencia, se enfrentaron a nuevas leyes agrarias desfavorables para las comunidades y a la expedición de las leyes de desamortización de bienes corporativos. La defensa de sus tierras implicó numerosas rebeliones, generalizándose las luchas campesinas durante los últimos 20 años del siglo pasado y en la primera década del XX.

Durante la Revolución Mexicana, fueron principalmente los hacendados descontentos con el Porfiriato los que se confrontaron en la región, fortaleciéndose los cacicazgos. En los años veinte los campesinos se rebelaron en muchos puntos de la zona, logrando la recuperación de algunas tierras. Desde 1930 se formalizó parte del reparto agrario.

Entre 1970 y 1980 hubo un resurgimiento de la lucha agraria que sacudió a la Huasteca de manera especialmente virulenta, con lo que se logró que más de la mitad de las tierras fueran propiedad de los pueblos indios. De hecho, la recuperación de las tierras ha sido uno de los motores de la dinámica social y política regional en todos los períodos históricos.

En los últimos años, la Huasteca se ha singularizado por un proceso de desarrollo basado en la especialización productiva, con la ganadería de engorde de bovinos, las plantaciones tropicales de caña de azúcar y cítricos, el cultivo del cafeto y maíz, una incipiente industria de transformación y una dinámica actividad comercial.

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